los rastros digitales de los muertos
Uno de mis queridos amigos falleció en marzo. Lo descubrí poco a poco, luego todo de golpe. Le texteé mensajes sin respuesta durante muchos meses. Después, en junio, fui a LinkedIn para ponerme en contacto con él pero no lo pude encontrar. Fue entonces cuando todo parecía muy sospechoso.
Mandé un mensaje a su mejor amiga preguntándole qué pasó con él, y me dijo que ya se murió hace tres meses. No lo pude creer. Estaba en una reunión de trabajo cuando vi su mensaje y me quedé paralizado. No podía creerlo. Pensé ¿estoy en una pesadilla? unas cuantas veces hasta asegurarme de que sí, esto era real. Mi jefe siguió hablándome como nada hubiera pasado pero yo no escuché ni una palabra de lo que me dijo.
Cuando terminó la llamada, me puse a llorar. Lloré y lloré como no había hecho en años. Lloré hasta mis ojos se volvieron sanguinolentos e hinchados. Pensé en mis planes de viajar a su ciudad y visitarlo, de nuestros planes de jugar videojuegos juntos que ya nunca van a pasar. Leí nuestras conversaciones de texto y vi fotos viejas y reviví todas nuestra memorias juntos.
Aunque desapareció su cuenta de LinkedIn, aún seguía sus cuentas digitales menos públicas, y me sentí muy extraño al verlos cuando sabía que ya no estaba con nosotros. Fue como ver un fantasma.
He oído de muertes de maestras queridas y otras personas que conocía, pero nadie así de íntimo. Trabajamos juntos durante un verano muy lindo, y pasamos mucho tiempo fuera del trabajo juntos también. Jugamos al voleibol juntos, salimos a la ciudad, viajamos a California, e incluso fuimos a una cita doble.
Nunca crees que cosas así te van a pasar a ti hasta que te pasan. Siento que lo aprecié bien cuando estuvimos juntos: le escribí cartas largas y pasé mucho tiempo con él. Pero ahora que no está es imposible no apreciarlo más. Su memorias lindas me motivan a tratar a mis amigos lo mejor posible. Te recomiendo que hagas lo mismo: nunca sabes cuando vas a perder a un amigo querido.
No sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes.